Matando el tiempo (Libre)

Estaba completamente sedienta justo después de que probo el último bocado habían pasado ya tres semanas, fue en busca de alguien que valiera la pena para ser cenado, un hombre quizá o tal vez una patética niñita que no tenga nada mas que hacer que pasearse por las calles de esta ciudad. Estaba realmente eufórica por la idea de robar una vida mas, una miserable vida que solo contamina el ambiente para los demás humanos que sobrepoblan la tierra.



Con la mirada periférica buscaba a su victima pero encontró algo más…

Despavorida salto sobre alguno de los edificios estancados en la gran ciudad, lo mismo le daba estar en un lugar silencioso que en aquel bullicio, era un reverendo fiasco cualquier paseo que diera sin conocer los lugares por los que andaba. Además de que su sed se expandía como cualquier gas dentro de un recipiente.

Capto a lo lejos el olor de una criatura muy peculiar, si, una mujer por lo que su mirada alcanzo a divisar. Estaba contenta, aplaudió como toda una niña al termino de un acto de magia – Bagh – Bufo por debajo al encontrar el espécimen tan tranquilo y sin señales de ser algo divertido, pero por algo que el dicho es: No juzgues a un libro por su portada.

Entrecerró los ojos y con paso ágil, grácil y por demás rápido, llego hasta donde se encontraba a lo que ella se refería su victima. Sonrió con la mitad de los labios y se agazapo en el extremo de la barda de dicho techo.

- Que hermoso animal – Dijo con una voz bestial y retadora, era una vampanes de lo mas despreciable, tal vez soportaría a los vampiros por ser la misma especie que ella pero fuera de allí nadie merecía su respeto.

“Pobres e infelices gatos” Se dijo a si misma mirando como se acercaban al cuerpo de la chica, era sutilmente embriagador su olor y es que se trataba de una bruja, al ver como los animales la seguían de ese modo se pudo dar cuenta, normalmente los humanos no son tan condescendientes con las bestias inferiores a ellos, pero quien era ella para juzgar a los inútiles de los humanos si después de todo era exactamente igual a ellos, salvo por un par de ventajas.

- Hablaba con los gatos… - soltó socarronamente mientras, se ponía de pie, era maravilloso el equilibrio que los inmortales poseían pero aun mas maravilloso los siglos para entrenarlo al límite y ser mas que solo un vampiro.

- Perdona si soy descortés… - Musito en el oído de aquella mujer pues la rapidez con la que esta se movió, no pudo siquiera ser percibida por las mascotas que rodeaban a la chica-.

– suelo ser hostil y las relaciones públicas no son lo mío. – Sonrió con un aire tan simplón y decadente de inocencia que fácil podría pasar como una burla para los hombres buenos de la tierra (si es que existen).

Sutilmente indiferente. El comportamiento de la bruja con la que se encontró era así, justo lo que añoraba “¡Bingo!” Pensó para sus adentros, pues era lo que había estado esperando y es que con cualquier ser que se encontrara o bien le tenían miedo o se creían infinitamente superiores a ella, la mayoría fracaso.

Se alejo de ella con esa sonrisa burlona en el rostro mientras tarareaba la marcha fúnebre, era una mujer tétrica, sombría y con la penumbra en su mente, la infancia que vivió fue desgarradora y por eso su forma de vivir.

- Me parece genial que seas indiferente… - Se acuclillo en una esquina pero antes de esto tomo a uno de los gatos que rodeaban a la chica y este se erizo de patas a cabeza, por un lado estaba su característica piel y por el otro el peligro que el gato representaba. Lo comenzó a acariciar con sutileza y por mucho que el animal se resistiera termino por caer en el encanto de la peliroja.

- Por cierto soy Astartea… Solo por si te lo preguntabas, si no pues ya sabes mi nombre y dudo que lo olvides... - Se carcajeo mientras levantaba al gato con las manos frente a su cara para mirarlo fijamente a los ojos.

Manteniendo la mirada periférica me di cuenta de cada uno de los movimientos de la fémina frente a mi, el gatico posado en mis manos ronronea con una súbita tranquilidad y es que estaba por demás si para mi las criaturas mas hermosas son las nocturnas, así un par de alimañas, el pelaje del animal que se rindió en mis garras era completamente negro y me recordó mi piedra favorita.

- Ónix, si… - Musite tocándole la nariz al gato con el dedo índice, estaba volviendo a mi infancia, esa ala que no deseaba por ningún momento acudir, pero pese a todas las estadísticas de sufrimiento que tuve, había un recuerdo que no olvidaría nunca.

– Si, tú te pareces a mi gato ónix… - Me aferré al cuerpo del gato de una forma descomunalmente cariñosa, era extraño para mi, pero ese gato robo mi no latiente corazón y el recuerdo de mi pasado me hizo flagelar. “!Todos tenemos un punto débil!” Me hablo una voz intensa dentro de mi cabeza, supongo y se trataba de la conciencia a la que nunca le hacía caso. Rodeé los ojos y coloqué al gato en el suelo, con una mirada fría y maliciosa le susurre - ¡Corre! -

- Me parece bien, pero no creo que olvide nombres nena… Soy muy buena con eso. – Hice un mohín con los labios encogiéndome de hombros, me volví a agazapar entre en una de las esquinas del techo, mientras observaba hacía abajo haciendo un par de ecuaciones en la mente.

- Me gusta como te desenvuelves, tengo que admitirlo… - Le arroje una mirada acusadora y le sonreí.

Solté una tenue pero burlona carcajada.

- Tú lo has dicho a la "gente" no suele gustarle. - Musite mientras me movía de un lado a otro como cual enferma mental. - ¡Al carajo con ellos! No debe importar lo que piensen. - Le dedique una mirada inocente pero con ese pequeño toque de picardía tan letal que cualquiera con las neuronas suficientes saldría corriendo del lugar.

Olisquee el aire por unos segundos, ella olía bastante bien pero a juzgar por su edad no era exactamente lo que estaba buscando, un buen aperitivo implica a un niño de aprox. siete años para comenzar mi cena.

- No soy lo que se trata conmunmente como gente... - Me encogí de hombros y me carcajee nuevamente